Martín Esparza Contralínea
Segunda parte
La pérdida de soberanía a consecuencia de
la reforma energética ha colocado en el centro del debate a dos
proyectos de nación diametralmente opuestos: por un lado, se encuentran
los que buscan justificar la entrega de nuestros recursos naturales como
los hidrocarburos, el agua, el aire y la minería a los intereses
extranjeros aliados con el capital doméstico; y, por el otro, los que
invocan su defensa para utilizarlos como motor del desarrollo integral
de nuestra economía en beneficio del pueblo, tal y como lo plantearon en
su momento presidentes nacionalistas de la talla de Lázaro Cárdenas y
Adolfo López Mateos, artífices de la Expropiación Petrolera y la
nacionalización de la industria eléctrica.
Con
la reforma energética que impuso el Ejecutivo a un Poder Legislativo
inconsciente y sumiso, y que seguramente avalará el Poder Judicial,
cambia el proyecto de país para las actuales y futuras generaciones.
Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE),
dejan de ser empresas paraestatales, propiedad de todos los mexicanos,
para convertirse en empresas productivas del Estado y quedar en manos de
la clase política en turno, que sigue negándose a retomar nuestra
memoria, donde se ha registrado, como inalterable axioma, que las
multinacionales jamás traerán beneficios a la población.
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